lunes, 24 de octubre de 2011

capitulo dos del cuento

Aunque nadie lo sabía,  nuestro castillo encantado, no era tal, vamos que no es que estuviera encantado, sino que era manejado por un brujo malvado y con muy malas pulgas que se divertía haciendo de las suyas.
Este brujo la había tomado con el rey, había sufrido por parte del monarca acoso escolar, se reía y se había burlado durante años de él, por no ser capaz de controlar sus poderes y mas que un brujo de niño era un patoso mago de pacotilla al que todo le salia al revés.
Por eso ahora, poseedor de los mas grandes poderes, pero desterrado del país de QUEMASDA, controlaba a Casti, a través de su maléfica bola de cristal.
Había echado una maldición en venganza hacia el monarca...que todos los habitantes del castillo real, fornicaran y fornicaran, con cuantos más pudieran y el monarca no puediera evitar tal descaro ...los había convertido en adictos al mayor de los vicios..el sexo pero sin satisfación..cuanto mas le dieran, más querrian darle  (solo se saltaba esta maldición, la ama de llaves, ya sabreis por que)

Todos los domingos, acudía al castillo el abad de la zona, un gordinflón que entraba a primera hora de la mañana y nunca tenía prisa por marcharse.
El rey exigía a todos los habitantes, servicio incluído, que se confesaran tras la misa de rigor, por lo que después de un desayuno copioso, el abad se dirigía a la capilla y uno por uno confesaba...eso si, primero al ama de llaves, luego, los hombres, a los que despachaba apuradamente y luego con calma a las damas... doncellas, reina y por ultimo a la princesa.
Ellas limpiaban sus pecados, contándole al abad sus andaduras nocturnas y diurnas con todo lujo de detalles, creyendo así que con dos Ave Marías y tres Padres Nuestros, quedaban limpios hasta el domingo siguiente.
Claro esta, que después de escuchar tales relatos, uno tras otro, el abad, abandonaba la capilla con un prominente bulto bajo sus vestiduras.
Después llegaba la hora del almuerzo al que también se apuntaba y como por arte de magia, nunca se veía al bufon cuando el abad estaba en el comedor real...no era por miedo o por falta de fé, sino porque se encontraba bajándole las calenturas bajo la sotana, mientras debatía con el monarca temas de otros territorios, cosa que el rey achacaba a la avanzada edad del abad, que estando hablando de penurias, guerras o enfermedades, este siempre pusiera una rara sonrisa de felicidad y de vez en cuando lanzara algún que otro suspiro.

La otra habitante de la casa, era la ama de llaves, mal encarada, déspota, prepotente y mandona como ella sola...presumía de saber todos los entresijos del castillo y era la desconocedora de los que pasaba destrás de esas puertas de las que era dueña de sus llaves, las cuales guardaba en su canalillo, donde nadie osoria meter la mano... ni echar el ojo siquiera.
Por muy raro que parezca, sabiendo ya algo de lo que pasaba en el castillo, era la única que no cataba varón, ni fémina....el brujo, no era la virgen de Loudes, para mejorar su aspecto, por eso no consiguió que con ella la maldición funcionase...
Se cree que de ahí viene su cara y humor.
Ni el bufón, que no dejaba títere con cabeza, era capaz de intentar traspasar tal muro de hormigón y las verdad, al verla los varones, era el mejor bromuro, hasta cuando el burro se ponía tontorrón en el establo, llamaban a la ama de llaves con alguna escusa para que se pasara por allí  y santo remedio, el burro solo con verla, desistía de la idea de montar a hembra alguna y por unos días no se le levantaban ni las orejas.
   Continuará...

1 comentario:

  1. Me ha gustao el cuento, vaya antro de lujuria y perversion que has montao en ese castillo. Hay que ver lo que sale de esa mente calenturienta, que sepas que en mi condicion de fraile - abad, soy capaz de confesarte de todos esos pecados que se te ocurren, ahhh, y no te preocupes de bufon ya tengo a Fernando, juas juas. SCIFO.

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